1. ¿Somos todos igual de inteligentes? He contestado diciendo que: «todos tenemos la misma facultad: inteligencia» pero (a) diversa constitución somática, por tanto órganos de los sentidos externos e internos; (b) diverso uso de ellos, distinto crecimiento también de los órganos de los sentidos internos, y (c) distintos hábitos intelectuales fruto de las operaciones realizadas.
Ahora bien, la inteligencia no tiene órgano y los hábitos son completamente inmateriales.
Conviene en este punto revisar por qué sabemos que la inteligencia no tiene órgano. Si la inteligencia no tiene órgano, no las hay "mejores y peores", sino más o menos desarrolladas. Sí podemos hablar de "mejores o peores" cuando nos referimos a las disposiciones orgánicas, es decir, a los órganos, incluido lógicamente el cerebro -que no es el órgano de la inteligencia, sino de los sentidos internos-.
2. Saber que estamos sintiendo -con los sentidos externos- no es operación de los sentidos externos. Cierto. El "ver-algo" -esa operación con su objeto- no es “visible”, puesto que las operaciones no son “de ningún color” -una operación es algo inmaterial y el órgano que queda afectado no cambia de color-. Por tanto ese nuevo objeto "sé que veo" no puede "estar" en la operación "ver", sino en la operación "percibir".
Cierto que el percibir es algo intermitente en el tiempo -como toda operación- y sin embargo no es intermitente el "ser" de tal o cual hombre -o animal, puesto que también pueden conocer-. Es decir, se distingue netamente el alma, aquello por lo que un ser vivo "es" y es "tal" ser vivo, de aquella dimensión de la causa formal -el alma- que no está actualizando y configurando el cuerpo, es decir, que "sobra", que está, siendo acto porque el alma siempre es acto, en potencia de otra cosa; en este caso, en potencia de realizar una operación. Esto es una facultad, es decir, una potencia activa o el principio próximo de las operaciones.
3. Inteligencia e inteligencias múltiples. En el lenguaje coloquial llamamos inteligencia a casi cualquier cosa que sabe resolver un problema. Es más, hablamos de inteligencia artificial: se entiende que son usos análogos y en ocasiones casi metafóricos.
En cuanto a la psicología, como sus estudios parten habitualmente de manifestaciones cuantificables, llama inteligencia a toda manifestación humana que participa de esa cualidad estrictamente personal: la inteligencia. Ahora bien, el hecho de que una manifestación (tendencia, conducta) esté ligada a la inteligencia no significa que se identifique con la facultad intelectual.
Vayamos por partes.
La inteligencia es la facultad que permite al hombre conocer la realidad en sí misma, y no sólo en cuanto relacionada con el propio sujeto y su situación psicosomática. Es la facultad que abstrae, juzga y razona. Ahora bien, esa actividad de la inteligencia repercute, por ejemplo, en la imaginación. Así, podemos manipular inteligentemente imágenes propias de esa otra facultad. Podemos disponer en el espacio y en el tiempo realidades materiales, no sólo en la imaginación, sino también manualmente.
Si atendemos a la riqueza perceptiva -procedente de los sentidos externos- y por tanto a la riqueza de la imaginación, veremos que las inteligencias múltiples se corresponden casi completamente con los sentidos externos: se habla de inteligencia visual, musical, kinestésica, lógico-verbal y lógico-matemática, etc. la intrapersonal y la interpersonal las abordaremos luego.
La cuestión es que, en el obrar humano no se da lo exclusivamente intelectual de ordinario, o lo exclusivamente imaginativo. Así, “hablar” es un asunto bastante intelectual, sin embargo, organizar temporalmente los sonidos -construir frases con una sintaxis concreta- es algo en lo que participa la imaginación. Sin embargo, no parece que podamos reducir la inteligencia a imaginación, ni a destreza vitual o auditiva –se componen “frases musicales”-. Es suficientemente distinto el objeto, y por tanto también la operación y la facultad. Ahora bien, este argumento no es psicológico, sino filosófico. La psicología no distingue objetos, sino funciones.
Identificar función y facultad implica no poder afirmar que un sujeto posee una facultad cuando no realiza una función... y eso no parece ser coherente con los argumentos -suficientemente sólidos por otra parte- que corroboran la permanencia en la especie de un hombre y la igual causa formal, alma, que poseen todos los miembros de una especie sea cual sea su actividad presente.
4. Pasamos a la Inteligencia Emocional. Está referida principalmente al desarrollo armónico de la afectividad y por tanto a su correcto ajuste respecto a la realidad. Se habla de inteligencia emocional cuando se es capaz de empatía, es decir, de reconocer al otro y no sólo comprenderlo, sino "con-padecer" con él: hacerse cargo de su modo de sentirse. Es inteligencia emocional la capacidad de reconocer los propios estados emocionales y ajustarlos a la realidad, habitualmente mediante un cierto dominio conductual, fisiológico y una cierta "reconfiguración cognitiva" -ser capaz de "decirse a uno mismo" cómo son realmente las cosas. En definitiva, la inteligencia emocional implica una mejora del conocimiento "pre-racional" propio de las emociones, sin perder la inmediatez que éstas aportan a las relaciones humanas. La inteligencia emocional, por tanto, es un concepto que se solapa con la inteligencia intrapersonal e interpersonal: se trata de conceptos que proceden de líneas de investigación diversas –pero no contradictorias-.
Todo lo que ha señalado Lourdes es francamente acertado. Subrayaría, que la emoción incluye una cierta dimensión cognitiva, pero no siempre consciente; sin embargo, aporta información relevante a la inteligencia: quien es capaz de "compadecerse" de alguien, por ejemplo, puede conocer mejor a esa persona.
Sobre la madurez de la personalidad hablaremos con cierto detalle y podremos abordar algunas de las cuestiones que ya se tocan en el comentario