Tanto en un grupo como en otro ha salido, de modo más o menos directo, una cuestión simple, básica, pero no por eso menos importante: el hombre pertenece siempre a la misma especie.
Parece absurdo pensar que el tamaño o la apariencia corporal hace que un ser vivo cambie de especie (eso es una tesis excesivamente antigua, confundiendo filogénesis y ontogénesis). Así, la distinción entre cigoto, embrión y feto parece ser análoga a la de bebé, niño, adolescente, adulto y anciano. Cierto que en el primer grupo la diferencia somática es impresionante (ya pudísteis ver el vídeo sobre el crecimiento de un niño en el período prenatal).
He señalado en clase que el juicio en torno al aborto no es, por tanto, una cuestión derivada de las convicciones religiosas, ni de tal o cual moral, sino tan sólo una afirmación de carácter antropológico de fuerte raigambre metafísica: la causa formal, el alma, es principio vital y el mismo principio vital a lo largo de todo el tiempo. Si a la pregunta ¿qué es esto? la respuesta procede de la causa formal, ésta no cambia a lo largo del tiempo.
El argumento de carácter ético-social lo escribí en Sensamientos. Lo dejo aquí por si os interesa.
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