lunes, 17 de marzo de 2008

Aprendizaje en tiempo de vacaciones

Puesto que estamos en fechas difíciles para el estudio, he visto conveniente explicitar algunas conclusiones derivadas de contenidos ya estudiados.

Hemos afirmado que "educar es ayudar a crecer"; sin embargo, no recuerdo haber dado una definición precisa de aprendizaje. Ésta no se identifica totalmente con el "conocimiento", si bien conocer es un modo de aprender -sin duda de los más altos si no el más alto-. No pretendo dar esa definición aquí, pero, groso modo se puede afirmar que todo aprendizaje implica cambios suficientemente estables en el sujeto. Ahora bien, los cambios en el sujeto, al estar referidos a algunas de sus facultades, y tener casi todas ellas órgano, implica a su vez modificación corporal. Al realizar operaciones, los órganos quedan afectados -inmanencia- y, para que se consolide y suponga un cambio suficiente, ha de repetirse la operación. En la medida que hay más corporalidad implicada, más repetición es necesaria; y a la inversa, cuanta menos implicación somática, menos repetición. Como aún no hemos visto qué sea eso de "facultad sin órgano" pondré un ejemplo más o menos ajustado:

Para aprender a botar una pelota, para aprender a asir un lápiz, el número de repeticiones y tiempo necesarios son inmensos. El tiempo y número de repeticiones necesarios para aprender una definición es infinitamente menor. Se requiere cierto soporte somático -neuronal-, pero en la misma medida en que se "comprende" y se dispone del vocabulario, el tiempo se reduce infinitamente.

Por tanto, podemos afirmar que, con el tiempo, leer y comprender se parece cada vez más a estudiar.


Estudiar es una especial comprensión de cuestiones que permite su uso intelectual (manifestación oral o escrita y "manipulación" junto a otros contenidos intelectuales).


Siguiendo el ejemplo anterior, en la misma medida en que se "domina" el manejo del balón, desarrollar una nueva estrategia es infinitamente más sencillo que cuando ha de interiorizarse, además, la habilidad con el balón. Algo análogo ocurre con el lenguaje y el vocabulario: son el balón de los aprendizajes intelectuales. De ahí la pequeña dificultad añadida en el estudio. Ahora bien, una vez adquirida cierta destreza con ese "instrumento" –el lenguaje, el vocabulario específico-, lo demás es "un gusto".

En conclusión:
Si tenéis que estudiar estos días, no olvidéis que es leer y comprender y, en la medida que sea necesario, repetir y asimilar cierto vocabulario para poder "disponer" de lo leído y comprendido.


Disfrutad estudiando, es decir, disfrutad leyendo y comprendiendo.

3 comentarios:

Fátima Malmierca dijo...

El otro día, mientras tomaba un café, pensaba en un concepto nuevo que creo que es fundamental en el hombre, sin embargo, su explicación no es sencilla.

La filosofía, desde la antigüedad, estudia las distintas percepciones que posee el ser humano a través de los distintos sentidos , tanto los internos como los externos (percepción).
El hombre, puede apreciar lo externo y así captar el mundo, y no solo esto, si no también los cambios que a su alrededor se producen.

Por tanto, gracias a los sentidos y a la inteligencia, recoge información externa, y la elabora de tal forma que es capaz de comprenderla en la medida en que la necesita.

Así pues, consigue tener percepciones tales como la del tiempo. El tiempo no existiría si no hubiese un sujeto que lo observase o una materia que se trasformase. El hombre es el único ser vivo capaz de captarlo, a través de su entendimiento o inteligencia.

El tiempo es un modo de percibir el cambio y, por tanto, está estrechamente unido al sujeto que lo percibe o lo experimenta.

Debemos, así, a nuestro conocimiento sensible y consciente la capacidad de percepción del tiempo (cuyo resultado es una apreciación subjetiva), que nos permite reaccionar, entender y anticiparnos a estos limites donde se encuentran las cosas, el hombre… el cosmos.

Pero este conocimiento, es un conocimiento práctico y repetido. Repetido porque conocemos las cosas según un modo concreto de conocer (en el espacio y el tiempo) que nos da, como es lógico, un conocimiento atado a esos límites, que, a su vez, nos sirve para reaccionar ante un mundo que percibimos…

No conocemos el cambio en sí, sino el cambio según nuestro modo de conocer, en el tiempo. Así, podríamos decir, en cierto modo, que el tiempo nos debe su existencia… pues la realidad de tiempo, tal como la conocemos, depende directamente del modo en que lo conocemos o, mejor dicho, del modo que percibimos el cambio.

Consuelo Martínez Priego dijo...

Magnífico intento... pero te ha salido algo kantiano. El tiempo es real al margen del conocimiento humano... lo siento. Ahora bien, el tiempo "debe su existencia" a algo distinto de sí: cierto. La realidad cambiante es el sujeto del movimiento.
En cuanto al tiempo y su percepción por parte del hombre... habría mucho que hablar. En efecto, no parece que el tiempo del cosmos en general sea todo lo que puede decirse sobre el tiempo, sobre el cambio y su número.

Aristóteles definía el tiempo como "el número del movimiento según el antes y el después" (Física, libro IV). Pues bien, movimiento es algo de las sustancias, y movimientos hay de muy diverso tipo... (y no me refiero a la distinción sustancial-accidental).

Habrá que seguir profundizando. En tiempo pensé que hay cuatro tipos de tiempo... pero otro día seguiré por este camino, tal vez en "sensamientos"

Fátima Malmierca dijo...

Gracias Consuelo de todas formasyo también intentaré investigar. Creo que puede ser interesasnte.
Gracias por la contestación.Mirare en sensamientos.