miércoles, 7 de mayo de 2008

Algo sobre la voluntad

Dice José Antonio Marina que la voluntad es la gran olvidada de la psicología contemporánea. Yo más bien diría que es la gran olvidada de la cultura contemporánea. El martes hablamos de "los modos de querer" en el grupo mixto. Aprendí mucho: no se suele caer en la cuenta de lo significa "querer". Resumiré aquí alguna de las tesis colaterales que salieron en clase y vosotros, añadid lo que consideréis conveniente.

1. Querer es desear.

El deseo de la voluntad -verdadero acto voluntario- mantiene la distancia, la alterirdad respecto a lo querido. Por otro lado la alteridad es respetuosa con lo deseado puesto que se mantiene referid al objeto de deseo y no a la satisfacción que dicho objeto puede producirme. De este modo podemos decir que es adecuado a la dignidad de la persona quererla de este modo. Además, si este querer -el deseo- es posible es en virtud de la inagotabilidad de la persona: ésta puede mantener siempre en vilo la voluntad: siempre puedo seguir queriendo porque siempre hay más en cada persona.

Las cosas se desean, se poseen y se agotan. Las personas se desean y nunca se agotan: la alteridad que sostiene el deseo es adecuada a la realidad de lo deseado.

El deseo del apetito concupiscible tiende a volverse sobre el deleite propio y no sobre el valor de lo deseado. Al final, el deseo concupiscible aniquila lo deseado, se lo apropia y lo hace parte de sí mismo -la nutrición es el ejemplo por antonomasia... pero hay quien no sabe más que comer, sin importarle lo que come-. El deseo concupiscible se siente frustrado si no se deleita, si prevalece el objeto de deseo sobre su propio placer.

2. Querer es decidir.

Decir sí es el acto voluntario. La vida del hombre es una existencia posible: vivir es estar ante un horizonte. Ahora bien, la voluntad actúa en la decisión real, no en la posibilidad. La voluntad en ejercicio implica la pérdida de la posibilidad en orden a la realidad. Y la realidad siempre es una. No es realmente relevante el número de opciones cuanto la capacidad y de dotar de realidad a una sola de esas opciones. Decidir es realizar. En caso contrario, si la voluntad se "sintiera libre" sólo ante las opciones, no podría ejercerse como voluntad libre, puesto que en el ejercicio se afirma sólo una de ellas.

Por otro lado, si la sustancia del acto voluntario "decidir" es la afirmación de la realidad, éste puede ejercerse también ante las situaciones únicas, es decir, aquellas antes las que no hay, en realidad, opciones. La decisión puede ejercerse en toda situación puesto que la decisión por antonomasia es la dotación de sentido. Sobre toda situación puede decidirse el sentido.

De hecho, las cosas más importantes de la vida no son en absoluto objeto de elección: son propuestas que "la vida" nos realiza y ante las que hemos de decidir el sentido preciso que daremos. Esa peculiar dotación de sentido, esa decisión sobre lo no elegible se llama "aceptación". La voluntad más libre es aquella que, en toda situación, dota de sentido aquello que la vida le presenta. Ahora bien, siempre es posible no dar sentido al presente. Huir está en la mano de cualquier voluntad.

Cosa distinta es el sentido concreto que demos a las situaciones. Ahí la persona se juega la existencia misma.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola soy Lourdes Gallardo, yo siempre había pensado que la voluntad es la capacidad de los seres humanos que nos mueve a hacer cosas de manera intencionada, por encima de las dificultades, los contratiempos y el estado de ánimo.

Todo nuestro actuar se orienta por todo aquello que aparece bueno ante nosotros, desde las actividades recreativas hasta el empeño por mejorar en nuestro trabajo, sacar adelante a la familia y ser cada vez más productivos y eficientes. Podríamos decir que nuestra voluntad opera principalmente en dos sentidos:

- De manera espontánea cuando nos sentimos motivados y convencidos a realizar algo, como salir a pasear con alguien, iniciar una afición o pasatiempo, organizar una reunión, asistir al entrenamiento...

- De forma consciente cada vez que debemos esforzarnos a realizar las cosas: terminar el informe a pesar del cansancio, estudiar la materia que no nos gusta o dificulta, recoger las cosas que están fuera de su lugar, levantarnos a pesar de la falta de sueño, etc. Todo esto representa la forma más pura del ejercicio de la voluntad, porque llegamos a la decisión de actuar contando con los inconvenientes.
Podríamos comparar a la voluntad con cualquiera de los músculos de nuestro cuerpo, estos últimos se hacen más débiles en la medida que dejan de moverse. Lo mismo ocurre con la voluntad: cada situación que requiere esfuerzo es una magnífica oportunidad para robustecerla, de otra forma, se adormece y se traduce en falta de carácter, irresponsabilidad, pereza, inconstancia...

Anónimo dijo...

Hola, soy María. Según lo que dice Lourdes Gallardo, entiendo que la voluntad se ejercita en dos sentidos: uno, cuando "no nos cuesta"(porque nos "sentimos" inclinado a ello debido a que nos aporta una satisfacción); y otra, cuando nos cuesta porque no "nos sentimos" tan inclinados a ello, sino que más bien, si pudiésemos, lo rechazaríamos (como puede ser el levantarse temprano cuando estás agotado o ponerte a estudiar una asignatura que te cuesta mucho).
Me gustó lo que dijimos el otro día en clase y Consuelo repite en el blog: "La voluntad más libre es aquella que, en toda situación, dota de sentido aquello que la vida le presenta." Creo que llegar a entender esto y a vivirlo, no es tan sencillo, pero tampoco imposible; y que una vez que se descubre, incluso las situaciones difíciles de cada día o aquellas en las que no nos queda más remedio que aceptarlas, nos pueden hacer felices. Creo que era a Santa Teresita de Lisieux a quien le costaba mucho que le interrumpiesen cuando estaba metida en algo, y llegó un momento en el que decía algo así como "elijo que me interrumpan".

Consuelo Martínez Priego dijo...

Gracias por la magnífica "pluma": da gusto leer con puntuación, acentos....
Paso ahora a comentar los comentarios.

El segundo es poco comentable: lo suscribo al 100%.

En cuanto a la división que hace Lourdes de la voluntad, entiendo que tiene dos inconvenientes -por más que es impecable la exposición-: introduce el término "espontáneo" -que hay que tratar con infinito cuidado y muy poquito en antropología-, y que sobrevalora el esfuerzo.

Realmente no es espontaneidad: nunca se pone en marcha por sí misma la dinámica tendencial humana, es decir, todo movimiento tiene un fin, un sentido. Cosa distinta es el nivel de autoconciencia que tengamos en el momento. Por tanto, habría que entender que el hombre se conduce de modo "espontáneo" por dos motivos:
1. Porque tiene un hábito consolidado (si se trata de algo ajustado a la propia naturaleza se denomina virtud)
2. Porque los apetitos sensibles y la afectividad en su conjunto se sienten inclinados, por lo que la voluntad se ve reforzada sensiblemente.

Pues bien, en las situaciones de desagrado puede parecer que la voluntariedad es mayor.... cuando lo único que ocurre es que somos más conscientes de estar implicando la voluntad.

Lo más perfecto es hacer las cosas con facilidad, es decir, tener hábitos. Lo más perfecto es tener hábitos y tener una afectividad educada hacia lo bueno –que se hace entonces menos costoso-, de modo que "guste" hacer lo bueno.

En las situaciones esforzadas, costosas, es más fácil "reconocer" la intención (“o lo hago por tal motivo o no lo haría en la vida”). Sin embargo, es más perfecto el amor de quien se goza amando. Triste sería que te hicieran un favor "con tal esfuerzo que pusieran cara de asco"... notas que te quieren más si te sonríen mientras te ayudan... ¿no? Y ¿no es el querer lo realmente voluntario?